This exhibition invites the visitor into an oneiric experience, to come as a sleepwalker into Daniel Horowitz’s imagination. The paintings created for the exhibition drift through space, either camouflaged in a large mural or integrated into a recreated living room from a bygone era. Horowitz’s creative process is achieved by the repurposing and recontextualization of images derived from expired publications interlaced with the subconscious. His paintings, collages, installations and video animations result in a surreal world altering the initial nature and symbolism of the various images on view, allowing the viewer to respond subjectively. The work was presented at Espronceda Art Center in Barcelona in the summer of 2015.

Al comienzo de America, Baudrillard relaciona la nostalgia con paisajes muy concretos de la geografía estadounidense. Si los paisajes producen nostalgia no es tanto por su configuración estética sino por su significación simbólica dentro de nuestra cultura. También por la sustancia irrecuperable de las experiencias que tuvimos en ellos o por el carácter irrealizable de aquellas que nunca tuvimos y nos hubiese gustado o nos gustaría vivir. A día de hoy, pensar en una exposición como en un paisaje es perpetrar un crimen. La afectación y la obsolescencia de cierta comparaciones, las deja rápidamente fuera de lugar. Pasan a formar parte de archivos que nadie quiere desempolvar.

La obra de arte es nostálgica per se. En su “vivir hacia delante”, transporta el momento caduco de su origen. Esto no significa que todas la obras de arte trabajen conscientemente con el pasado. Existen gracias a él, a veces posicionándose a la contra. Si la contemporaneidad del arte se define en relación a un régimen estético propio de su tiempo, la pintura parece existir en un permanente estado de crisis bajo la acusación de no ser suficientemente contemporánea. Pero si tenemos en cuenta que uno de los aspectos que definen nuestro presente es una profunda carga nostálgica, entonces la pintura parece más adecuada que nunca. Y no tanto porque el medio sea nostálgico, sino porque nuestra experiencia del mismo lo es. Como también lo es nuestra apología del subconsciente, un proceso mental que aparentemente siempre estuvo ahí pero cuyo descubrimiento y apogeo pertenece a otra época.

De la misma manera podríamos afirmar que todo objeto que sobrevive a su tiempo, aún sin las pretensiones de futuro de la obra de arte, es nostálgico. Más aún si esos objetos no pertenecen a la época de quien los contempla y son pueden mover con ellos a un espectador que es capaz de imaginar y no tanto de recordar. La habitación que propone Living Room es un espacio que existe intermitentemente como obra pero que no ha existido antes, como habitación. En un primer momento, es un espacio que existe como recuerdo de otros espacios que sí podrían haber existido. Sin embargo, las imágenes que lo construyen no son partes decorativas orientadas a reforzar un anacronismo. Al contrario, son elementos estratégicos que desvelan la tarea de prestidigitación de aquel que intenta reconstruir una época dentro de otra. Son imágenes que no pretender ser lo que alguna vez fueron sino el punto de partida para visualizar una posible representación del subconsciente.

Hay una fuerte carga de frustración en el acto de contemplar porque implica una situación en la que siempre estamos afuera, en una posición de externalidad con respecto a lo que contemplamos. Será por ello que cuando contemplamos un paisaje por primera vez, no podemos evitar inventar recuerdos dentro de él y convertirlo en algo nostálgico. Esta experiencia del paisaje podría aplicarse a Sleepwalking. Movidos por un deseo de pertenencia, somos capaces de experimentar un pasado, una situación, un tiempo, un objetos o una imagen que nunca hemos vivido. De movernos como sonámbulos dentro de sueños que pertenecen a otros.

 

Dreaming of Lacan, oil on linen, 90 x 117 cm

Dreaming of Lacan, oil on linen, 90 x 117 cm